lanzando la caña fuera de casa
hasta que el mes de agosto
le estalló en toda la cara.
Sucede que al final la pequeña Amelie
aceptó trabajar de nuevo en el bar.
Y misteriosamente,
el dolor fue remitiendo
con agua de mar.
Sucede como en los cuentos de hadas
que al final la encontró un príncipe
al otro lado de la barra
y agosto se le fue de las manos
como si volviera a tener quince años.
Cocinó para un millón, bailó como si no hubiera un mañana,
bebió con moderación y vio atardecer sin pensar en el ayer.
Ahora vive en Crazylandia.
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